domingo, 15 de marzo de 2020

EL CUENTO DE HOY: LOS DE DEDOS DE LA MANO

LOS DEDOS DE LA MANO
Autor: Jordi Sierra i Fabra. 2013

Un día, los dedos de una mano se fueron de excursión.Los cinco eran muy amigos. Mucho. Se pasaban el día juntos.Así había sido desde que nacieron.
Los dedos de la mano jugaban a todas horas, menos cuando dormían y no se movían. Cogían cosas, rascaban a su dueño, gesticulaban y, sobre todo, eran muy felices. En verano disfrutaban del sol y de la playa y en invierno se protegían con guantes.
Aquel día, en la excursión, empezaron a discutir inesperadamente. ¿Y sobre qué?
Pues para ver cuál de los cinco era el más importante.
—Yo soy sin duda el más importante de todos nosotros —dijo el dedo índice.
—¿Y por qué habrías de ser tú? —le preguntaron los otros.
—Pues porque soy el índice, el dedo principal, el que sirve para señalar, ordenar, apuntar y reafirmar la voz de nuestro dueño —proclamó muy seguro de sí mismo.
—Entonces el más importante soy yo —dijo el dedo medio con orgullo.
—¿Por qué deberías serlo? —inquirieron los otros.
—Pues porque, si os fijáis bien, soy el mayor, el más alto, el que está en el centro de la mano y el único que tiene dos dedos a su derecha y dos a su izquierda —se estiró incluso un poquito más.
—¡Qué tonterías decís! —se enfadó el dedo anular—. ¡Es evidente que el dedo más importante soy yo!
—¿Tú? —reaccionaron inmediatamente los otros cuatro—. ¿Cómo justificas tu aseveración?
—Pues porque me llaman también “dedo del corazón”. Y por algo será, ¿no? —se ufanó él—. Cuando alguien se casa, ¿en que dedo le ponen el anillo? ¡En el anular!
—No sois más que unos presumidos —se echó a reír el dedo meñique—. El que ordena, el más alto, el del corazón… ¡Bah! El dedo más importante soy yo.
—¿Tú? ¡Pero si eres un enano! —exclamaron los demás.
—¡Precisamente! —se jactó él—. Soy el dedo más pequeño, y, por lo tanto, el que mejor cae, el más gracioso, el más singular, el más simpático. Sin mí, no seríais más que unos estirados! ¡Deberíais darme las gracias!
—Bueno, basta ya de tonterías —rugió la voz ronca y grave del dedo pulgar, al que todos llamaban “dedo gordo” por su tamaño—. ¿Cómo se os ocurre decir que sois más importantes que yo? ¡Ja, ja, ja!
—¿Y tú qué méritos te atribuyes para decir que eres el más importante, vamos a ver? —se enfadaron los otros cuatro.
—¡Pues claro que soy el más importante! ¿Qué haríais sin mí? ¡Soy el que cierra la mano, el que agarra las cosas, el único que es diferente!
—¡Y tanto que eres diferente! —rugió el dedo índice—. ¡Como que sólo tienes dos partes, mientras que nosotros tenemos tres!
—¡Y además siempre estás separado de nosotros —protestó el meñique.
—¡Eres tan gordo que no sirves para nada! —le atacó el índice!
—¡Nosotros nos abrimos y cerramos a la vez, somos armónicos y trabajamos en equipo! —insistió el dedo anular.
La discusión se generalizó entre los cinco.Cada vez más enfadados.
—¡Yo soy…!
—¡No, yo!
—¡Tú te callas!
—¡A que te araño!
En ese preciso momento, la mano se cerró y se convirtió en un puño, impidiendo que siguieran discutiendo tan acaloradamente.
—No seáis tontos —dijo la mano—. Os necesitáis uno a uno, y yo a todos. Es la diferencia y el equilibrio entre los cinco lo que os hace fuertes y me da seguridad a mí. ¡Somos una mano, y la mano es lo importante!
Bien, parecía que la discusión estaba terminada. Pero no era así, porque de pronto, la otra mano dijo:
—Está claro que entre tú y yo, la más importante soy yo.
Y justo antes de que las manos se pusieran a discutir. Les llegaron las protestas de los dedos de los pies… y también de los mismos pies.
—¡Yo…!
—¡Nosotros…!
Pero, claro, esa es otra historia, porque yo seguí caminando, tan tranquilo, disfrutando de mi excursión, ajeno a lo que decían.
A fin de cuentas, ¿qué harían mis manos y mis pies sin mí?

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